jueves, 3 de enero de 2013

Dr. Leal Graciani


Después del colegio, del almuerzo en el Bar El Panal, del pitillo en la sombra del patio delantero, Gonzalo subía el tramo de escaleras esquivando pacientes, pacientes que llegaban casi al portal, casi a la sombra. La sala de espera se quedaba pequeña todos los días. Había rodillas, espaldas, pero, sobre todo, rodillas desahuciadas por doquier, atentas al picaporte de la puerta. Detrás de la puerta, las manos de "Dios", las manos vocacionales de Don Antonio y unas cejas blancas y pobladas como arcos cabalgando sobre un cuerpo pequeño y clásico, de médico antiguo, devolvían la esperanza a los pacientes una y otra vez. En esta nebulosa roja
aparece nítida una sonrisa a todo color, la sonrisa del Dr. Leal Graciani que Gonzalo desearía volver a besar y un picaporte que se retuerce.

Su sonrisa está como aquellas rodillas por todas partes, en los ojos chisposos de una señora del Álamo que, de inválida, podría ahora estar corriendo los cien mil metros lisos de no ser por la edad, en un fresero de Palos, en las luces de un torero o en su perfil, en las artes de un pescador, en una bailarina del ballet ruso, en las montañas que escala el ciclista, ¡en tantos deportistas!¡futbolistas!, en la muñeca de un pintor, en la Iglesia de la Anunciación, en sus nietos...

Esta lámpara de médico no es del Dr. Leal Graciani pero me ha nacido introducirla así, haciéndole un guiño a la sonrisa curativa de un hombre que fue de otro planeta.

Lámpara de médico de la casa Agi-Imsa, de metal lacado en un gris suave, con sistema regulable en altura y pantalla orientable. Ideal para un rincón de lectura.
 Precio rebajado: 75 euros









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